Decisión en Ucrania
Israel Shamir
Democracynow
Traducido para Rebelión por Germán Leyens |
Hace
medio año, precisamente el último día de mayo llegué a una
antigua pequeña y tranquila población ucraniana con su antigua
iglesia de Nuestra Señora de la Intercesión que domina desde su
elevada ribera un lento río y me entusiasmó un diluvio de
jóvenes muchachas, frescas y de dieciséis años, que celebraban
su graduación de secundaria en un parque bajo un claro cielo
azul, con cintas blancas y guirnaldas de flores en sus cabellos
dorados, y blancos delantales ceremoniales blancos sobre sus
faldas oscuras y despiadadamente cortas que dejaban al aire sus
graciosas rodillas sobre largas medias blancas, y con blusas
oscuras sin mangas, desplegando tiernos brazos y codos, con sus
radiantes ojos azules que brillaban a la sombra de álamos
negros. Mi amigo griego también se quedó silencioso y pensativo,
y me dijo con voz ahogada: las muchachas ucranianas son las más
bellas; no tenemos nada parecido en nuestra parte del mundo.
Me recordé de esa imagen cuando imágenes
totalmente diferentes de la Revolución Naranja se sucedían en
los televisores; y la desintegración de Ucrania se convirtió en
cosa de semanas, si no días. Ese país, en sus actuales
fronteras, es una creación relativamente reciente, en 1991; es
probable que Ucrania sea dividida entre Oeste y Este, con o sin
guerra civil. El logro importante de Stalin, que devolvió
Ucrania Occidental al redil ortodoxo después de su larga
cautividad bajo el yugo occidental, fue deshecho. Es posible que
la frontera entre las dos partes se mueva más al Este, donde se
encontraba a principios del siglo XVII. Geopolíticamente, es una
catástrofe más (después del desmembramiento de Yugoslavia) para
los rusos y para la ortodoxia oriental. Las fuerzas occidentales
avanzarán hacia el Este y amenazarán a Rusia desde posiciones
que perdieron en la larga serie de guerras que comenzaron con la
Guerra de Livonia de Ivan IV y terminó con la partición de
Polonia en el siglo XVIII. Para los geopolíticos, la ideología
sólo juega un papel subordinado en la confrontación y
cooperación a largo plazo de las civilizaciones. La Ortodoxia,
Occidente y el Islam son tres grandes constantes; desde este
punto de vista, la Ortodoxia había perdido, y Occidente ganado
en el juego centenario. El ganador neto será EE.UU. que
realizará su sueño húmedo expresado por Brzezinski: separar a
Ucrania de Rusia, porque Rusia no puede ser una superpotencia
sin Ucrania.
En Ucrania, EE.UU. logró la victoria que se les
escapó en Irak. Sin embargo, la identificación de EE.UU. con
Occidente está lejos de ser perfecta. Carl Schmitt prefería ver
a Inglaterra y a EE.UU. como una fuerza marítima “atlántica”,
opuesta a las fuerzas continentales de Europa Occidental, Rusia
y el mundo islámico. Desde mi punto de vista, la fuerza
“atlántica” tiene una base tan religiosa como las otras tres; yo
la llamé “la civilización neo-judaica”. Ucrania, junto con los
otros estados del Este europeo, presentará un puesto de avanzada
“neo-judaico”, una así llamada “Nueva Europa”, que flanquea a
una Europa con tendencia independiente desde el Este y a Rusia
desde el Oeste. Europa Occidental apoyó a EE.UU. en su
confrontación con el Este (la Guerra Fría), pero la Nueva Europa
mantendrá permanentemente a la vieja Europa Occidental en el
anillo del cerco. Por lo tanto la victoria de EE.UU. en Ucrania
es motivo de grave preocupación para europeos y rusos, así como
para el mundo islámico.
Para el pueblo de Ucrania, el futuro es lúgubre.
El pretendiente pro-estadounidense a la presidencia, Victor
Yushchenko, es devoto de la economía neoliberal, un partidario
de la privatización total y de la venta forzada de los activos
ucranianos a compañías estadounidenses por sus dólares que
pronto perderán todo valor. En lugar de Ucrania logrará mantener
(si mantiene algo) una nueva colonia de EE.UU., en la que tropas
de EE.UU. amenazarán a Moscú y controlarán la lucrativa ruta del
petróleo. Podrían llegar a conocer su destino en un sorprendente
libro de John Perkins, un auto-proclamado “asesino económico” –
un profesional de la inteligencia de EE.UU. que timó a países en
todo el globo por billones de dólares. En una entrevista (1)
Perkins explicó su actividad:
“Nuestro trabajo es construir el imperio
estadounidense. Crear situaciones en las que tantos recursos
como sea posible fluyan hacia este país [EE.UU.], hacia nuestras
corporaciones y nuestro gobierno, y en realidad hemos tenido
mucho éxito. Hemos construido el mayor imperio en la historia
del mundo. Este imperio, a diferencia de cualquier otro en la
historia del mundo, ha sido construido sobre todo a través de la
manipulación económica, mediante el engaño, mediante el fraude,
seduciendo a la gente hacia nuestro modo de vida. Damos a los
países deudas que no pueden pagar, la mayor parte vuelve a
Estados Unidos, al país lo dejamos con la deuda más montones de
intereses, y básicamente se convierten en nuestros sirvientes,
nuestros esclavos”.
El apoyo estadounidense a Yushchenko significa
que Yushchenko aceptó hacer lo que desee EE.UU., convertir al
pueblo de Ucrania en esclavos de EE.UU. Yushchenko también es
apoyado por el Banco Mundial y el FMI. La ‘doctrina de mercado’
neoliberal impulsada por el Banco Mundial ha matado a millones
de rusos, africanos, latinoamericanos, cuyos gobiernos siguieron
sus planes. Ucrania también ha sufrido su parte de “economía de
mercado” y su población disminuye continuamente. Yushchenko
propugnó el neoliberalismo cuando fue primer ministro; ahora
promete presionar aún más a su favor.
Las fuerzas pro-estadounidenses en Europa
Occidental, el depredador de otrora, quieren recibir también su
parte de los despojos, como escribió la observadora alemana
Susanne Scheidt:
“Si Yushchenko llega al gobierno, se asegurará
de que el programa de privatización elaborado por el Banco
Mundial se realice tal cual. A cuenta de este programa, bancos
alemanes han planificado inmensas inversiones en Ucrania que
equivalen a una adquisición de los servicios públicos
ucranianos, de las redes de distribución y del transporte de
gas. El gigante alemán Ruhrgas AG ya ha firmado un acuerdo con
Yushchenko para importar gas de inversionistas de EE.UU. en
Azerbaiján a través del corredor ucraniano, mientras que el
actual gobierno ucraniano siempre se ha negado a firmar un trato
semejante.”
Otro gran partidario de Yushchenko es un grupo
de oligarcas judíos rusos expulsados de Rusia por Putin. Ricos
en extremo, con sueños de venganza, llenos de odio contra la
Rusia de Putin, esta pandilla off-shore de Berezovsky, Gusinsky
y otros petroleros ex Yukos proveen una buena parte del apoyo
financiero para la revolución Naranja. También pagan por los
servicios de los expertos ruso-israelíes de relaciones públicas
que organizan el show en Kiev. Son apoyados por la red de la
poderosa comunidad judía ucraniana, y tienen detrás de ellos a
George Soros, el magnate internacional judío que bombea
activamente dinero y capacidades organizativas a las fuerzas
Naranja de Yushchenko. Estas fuerzas externas se basan en
jóvenes locales que recibieron capacitación y consejos de los
expertos que ya organizaron golpes de estado similares en
Georgia, Serbia, Rumania.
Los partidarios internos de Yushchenko consisten
de dos grupos bastante diferentes. El mayor es el de los
nacionalistas de Galichina, Ucrania occidental. Aunque Galichina
es una hermosa región con sus propias tradiciones, la amistad
hacia los rusos no es una de ellas. Durante siglos Galichina
perteneció a Polonia o al Imperio Austro-Húngaro; su religión es
el cristianismo uniata; su idioma se encuentra a medio camino
entre el polaco y el que se habla en Kiev. Galichina tiene una
fuerte tendencia nacionalista; durante la II Guerra Mundial
formó una división de la SS que combatió al lado alemán.
Actualmente, es la base de grupos como Svoboda (antes Partido
Nacional Socialista Ucraniano) que enarbola la svástica, UNA y
UNSO que veneran a Bandera, un nacionalista ucraniano y
partidario de Hitler. Actualmente están unidos en el apoyo a
Yushchenko.
No les importa que Yushchenko cuente con el
apoyo de los oligarcas judíos; a los oligarcas tampoco les
molestan ellos. Soros incluso los financia. Hablando de
antisemitismo: los judíos se acuerdan de mencionarlo sólo cuando
les conviene. Desde mi punto de vista, el nacionalismo es
utilizado frecuentemente como el queso en las trampas para
ratones. Bandera el nacionalista apoyó a Hitler, pero Hitler ni
pensaba en establecer un estado ucraniano fuerte; sólo utilizó a
los nacionalistas ucranianos para debilitar a Rusia. Lo mismo
ocurrió por todas partes: los nacionalistas bretones apoyaron a
Hitler porque pensaban que establecería una Bretaña
independiente. Sufrieron una desilusión porque Hitler pensó que
eran innecesarios cuando ocupó Francia. Los nacionalistas árabes
debilitaron el imperio otomano al servicio de Occidente sólo
para descubrir que los habían vendido a los sionistas. Ahora los
nacionalistas ucranianos cometen de nuevo el mismo error –
apoyan a EE.UU. pero eventualmente saldrán perdiendo porque
EE.UU. no necesita una Ucrania independiente y fuerte.
Otro grupo de partidarios de Yushchenko es
liberal, relativamente acaudalado y pro-occidental. Mucha gente,
especialmente en la capital Kiev ve su subsistencia en la
conexión con Occidente. Hay docenas de banqueros y empresarios
muy ricos; miles de los que trabajan en las ONG reciben
subsidios de Soros o de la UE, son pequeños importadores,
prostitutas de categoría; hay decenas de miles de jóvenes y de
estudiantes ambiciosos que esperan “tener éxito” en la sociedad
competitiva capitalista. Sabemos que quedarán desilusionados
igual como ha sucedido en tantos países; Occidente no está
esperando a que millones de ucranianos educados encuentren un
sitio en la cima. Pero en Ucrania, como en Rusia, hay millones
que siguen creyendo en el sueño estadounidense, y EE.UU. gasta
mucho dinero para mantener vivo ese sueño.
El futuro de Ucrania podría ser frío y sombrío:
las hermosas muchachas que vi a orillas del río Dniper serán
embarcadas a prostíbulos en Tel Aviv y Estambul, sus amigos
combatirán por EE.UU. en Irak y en otros sitios, sus minas de
carbón serán privatizadas, vendidas por limosnas y clausuradas.
Ucrania puede ser libre unida a Rusia – o esclavizada por
Occidente y los judíos. Sea cual sea el resultado final de las
elecciones – y serán duras – Ucrania Oriental probablemente se
unirá a Rusia; Ucrania Occidental será absorbida por Polonia o
seguirá siendo un tocón de Estado ‘independiente’. Todavía
existe una posibilidad de repetir la victoria de Chávez o el
Milagro de Minsk, cuando Lukashenka logró derrotar a los agentes
locales de Soros y Berezovsky, porque no son invencibles; pero
Yanukovich no está hecho de material sólido; Putin no es un
político atrevido, y el mundo ortodoxo eslavo se siente perdido.
Tal vez por eso decenas de miles de rusos salieron
espontáneamente a visitar la tumba de José Stalin el 21 de
diciembre, cuando se cumplieron 150 años del gran hombre que
restauró la fortuna de Rusia, derrotó los ataques occidentales y
unió Ucrania.
[1]
http://www.democracynow.org/article.pl?sid=04/11/09/1526251
Lectura relacionada en ruso:
www.left.ru
Y
http://www.israelshamir.net/ru/ruart9.htm
Lectura relacionada en ucraniano:
http://www.bratstvo.info/index.shtml
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