No digamos que se
trata del Fatah
Israel Shamir, 25 de junio de 2007
Los palestinos son la gente más libre de
la tierra. Lo acaban de demostrar, una vez más, al abrir
las infames cámaras de tortura de Dahlan
http://www.spiegel.de/international/world/0,1518,489898,00.html
y liberar a los prisioneros que allí estaban presos, al
devolver a sus amos judíos los canallas entrenados por
la CIA. Me siento orgulloso de esta victoria única y
suya: los americanos no logran librarse de Guantánamo y
las demás cárceles USianas llenas de millones de presos
(son más que en el GULAG del viejo Pepe Stalin); los
ingleses no logran desarmar sus cámaras de vigilancia;
los saudíes no logran echar a sus gobernantes de manos
atadas a la CIA. Pocos pueblos han logrado echar abajo
la maquinaria del miedo y la opresión, aplastar a estos
clones de la GESTAPO que proliferan como hongos con el
nombre de fuerzas de seguridad en el mundo entero. En la
futura Palestina, la caída de la Prisión de Seguridad
Preventiva de Gaza se celebrará de la misma manera que
los franceses celebran la caída de la Bastilla.
Esta es la victoria del pueblo sobre la
opresión. Más aún, es la victoria de la ley sobre la
falta de ley, pues Palestina tenía y todavía tiene un
gobierno suyo y legítimo, mientras que el aparato de
seguridad canalla intentó colocarse a sí mismo por
encima de la ley. Una auténtica victoria popular, pues
se dio sin venganza ni derrame inútil de sangre. Los
medios israelíes le sacaron el jugo al caso de los 60
hombres de la seguridad que pidieron la protección
israelí, pero en realidad, incluso dentro este número
(pequeño, como quiera que se mire) la mitad pidió volver
a Gaza. Sabían que no habría venganza, ni cacería contra
ellos, ni noche de los cuchillos largos, ni juicios
estilo moscovita para los luchadores de Fatah vencidos:
ganó el pueblo, no hay guerra civil, no hay baño de
sangre, han perdido los bandidos de la guardia
pretoriana, y ahora se les ofrece una oportunidad para
intentar volver a ser hombres.
Magnanimidad, generosidad, sentimientos
fraternos son las marcas de fábrica de esta revolución
popular. Al tratar de sembrar la discordia, como siempre
lo hacen, los medios oficialistas presentaron esta
gloriosa revolución como una victoria de Hamás contra
Fatah. , Pero esto es exagerado. La gente de Gaza peleó
contra las bandas de Dahlan, contra los criminales
desalmados que intentaron establecer su ley de fuerza y
violencia. . Los lectores de Tolkien[1] recordarán la
batalla de Bywater, donde los hobbits libres aplastaron
y arrojaron a los delincuentes de Sharkey lejos del
condado. Estas bandas eran los subproductos de un
gobierno anterior siniestro; el Saruman israelí los
había colocado en ese puesto, y su derrota no era más
que una cuestión de tiempo. Pero Dahlan no es Fatah; ni
tampoco lo es Mahmud Abbas, coronado por USA e Israel
como el rey del bantustán de Ramalá. Marwan Barguti sí
es el verdadero Fatah, todavía enjaulado en el GULAG
judío, como lo son otros hombres admirables y excelentes
combatientes que supieron honrar el nombre de Palestina
desde la batalla de Karameh hasta la Intifada. Ellos son
el verdadero Fatah, y nadie les puede quitar su lugar en
el panteón de las glorias de la revolución palestina.
Conozco a los luchadores de Fatah; me
encontré con ellos en sus aldeas de las colinas
palestinas, descansando breves momentos después de
muchos años de prisión y exilio. Gente grande, que
estaban tan asqueados por la rendición vergonzosa de Abú
Mazen ante el diktat israelí USiano como
cualquiera. La victoria del pueblo de Gaza tal vez los
impulse para hacer una gran limpieza interna, para poder
volver a sus propias tradiciones revolucionarias. Dahlan
y Rajoub, estos bandidos de la seguridad y sus aliados
políticos, Abú Mazen y Saeb Erekat, se robaron, mejor
dicho, privatizaron el nombre de Fatah, de la misma
forma que los jefes del KGB habían privatizado el
comunismo, y las elites judeo-mamonitas privatizaron la
libre empresa, que fuera el ideal de los padres
fundadores de América. No dejemos a ningún combatiente
del Fatah sentirse abrumado por la derrota de Dahlan.
Incluso, pueden seguir la corriente y librarse de los
lobizontes que usurparon el nombre de Fatah para servir
al
Shin Bet[2].
Jonathan Steele nos recordó justamente
(ver
http://www.guardian.co.uk/comment/story/0,,2108820,00.html
) que “el armar a insurgentes contra gobiernos elegidos
es una vieja técnica de la tradición USiana, y no es
ninguna casualidad que sea Elliott Abrams, vice
consejero para la seguridad nacional y evidente
arquitecto el que está detrás del operativo de la
subversión contra Hamás. Anteriormente había sido, en
su momento, un actor clave en el suministro de armas a
los “Contras” que instrumentó Reagan contra la
revolución nicaragüense en los años 1980.
.
Pero aquellos contras, presentes, como
dotados de ubicuidad, en cada revolución, Chuanes en
Vendée cuando la Revolución francesa, cosacos del Don
(los contras de la revolución rusa), la Unitá de
Savimbi, que eran los “contras” de la revolución
angoleña, tenían algo de verdad de su parte, y
reflejaban [de manera distorsionada] algunas
preocupaciones legítimas. Por esto es que aprobamos y
apoyamos el carácter compasivo de la revolución de
Hamás: Hamás está dispuesta a trabajar conjuntamente con
los elementos más sanos del Fatah, para la causa
palestina.
Sin embargo, hay que sacar algunas
lecciones de este caso: la dirigencia del Fatah sucumbió
a la tentación israeloUSiana, porque su ideología tiene
un fallo. El nacionalismo, esta arma de desintegración
masiva, fue llevado hacia el este por colonizadores
occidentales para dividir y conquistar. Hasta el siglo
XIX, el Oriente no sabía nada del nacionalismo, porque
estaba unido por la fe y gobernado por sus jefes
tradicionales, los sucesores de Constantino el Grande y
Solimán el Magnífico. Lawrence de Arabia soltó el bacilo
del nacionalismo en Hejaz, que venía oculto en sus
alforjas preparadas por el servicio de inteligencia
británico, y esto socavó la unidad del Este. Les
prometió a los árabes la independencia con relación a
los “otomanos detestables”, pero nada bueno salió de la
traición: ingleses, americanos y después colonizadores
sionistas se repartieron los despojos, mientras los
nativos se encontraban aún más oprimidos [que bajo el
régimen turco].
El nacionalismo es necesariamente una
ideología [decepcionante] del tipo “hazlo tú mismo”. En
Palestina, Egipto, Siria, esto se hallaba compensado por
un socialismo universalista, pero con la evaporación de
este elemento socialista, el Fatah mantuvo su
nacionalismo deficiente, condenado al fracaso. “Son
nacionalistas como nosotros”, dicen los sionistas, desde
Sharon hasta Uri Avnery, hablando del Fatah. “Se
conformarán con una bandera, un himno nacional, una
cuenta en un banco suizo, como nosotros. Con un
bantustán o dos, se sentirán felices”.
Pero los palestinos no son capaces de
traicionar a Palestina por la ilusión de la
independencia. Todos los palestinos, es decir todos los
habitantes de Palestina, nativos e inmigrantes, la
necesitan entera, no es cuestión del 2% en Gaza y 10% en
el enclave de Ramalá, sino del 100%. Podemos tenerla
entera juntos, no mediante la división, sino
compartiendo. El Islam es una fe universal, como el
cristianismo, y sus fundaciones están más adaptadas a
nuestro Estado universal que el nacionalismo
trasnochado, sea sionista o árabe. Un proceso semejante
está teniendo lugar en Turquía, donde el nacionalismo
kemalista se ha convertido en aliado de USA, por la
fuerza de las bayonetas, mientras que el partido
islámico representa la elección del pueblo.
El pueblo oriental cree en Dios; por
esto “Ex Oriente Lux”, la luz procede de Oriente.
También saben por su experiencia que la gente sin Dios
no tiene escrúpulos ni compasión, cuando nosotros
necesitamos dirigentes compasivos [3]. Olvidémonos del
espantapájaros del “islamofascismo” o del “peligro
islamista”. Esto es un mito, creado por Podhoretz y sus
secuaces, una amenaza inventada, lo mismo que el
“peligro amarillo”, el paneslavismo, el comunismo. No
les tenemos miedo a los seguidores del Islam, porque
convivimos con ellos a lo largo de nuestra vida.
El proceso de edificación de la nación
en Palestina dista mucho de haber concluido. Se debería
encontrar un nuevo paradigma para unificar sus tribus y
grupos en una sociedad, desmantelando la autoridad
nacional palestina y el Estado judío, como lo planteó
muy justamente Avram Burg [4] . El separatismo y la
búsqueda de la independencia, en ésta o en cualquier
otra parte de Palestina, ha resultado ser una estrategia
en bancarrota. A Palestina no se la puede dividir. Los
amigos de Palestina y los amigos de Israel deben
trabajar juntos por la unificación, no por la
separación.
Notas de la traductora:
[1] Las menciones alusivas que siguen
proceden de su novela El Señor de los Anillos.
[2] El Shin Bet es el servicio de
contrainteligencia israelí.
[3] Estas afirmaciones pueden sonar
ofensivas a los oídos ateos. Aquí Shamir trasmite el
sentimiento de los pueblos tradicionales; obviamente, a
partir del momento en que el ateo cree en la fundamental
distinción entre el bien y el mal, entra a formar parte
de la humanidad “creyente”, es decir opuesta a las
tiranías desprovistas de “escrúpulos ni compasión”.
Sólo en el mundo occidental, el ateísmo ha cobrado
fuerza; en comparación con las demás sociedades, el
ateísmo aparece pues como un componente de la modernidad
occidental, mientras que el sentimiento religioso funge
como un enlace entre las generaciones, a lo largo de
siglos y milenios, y un nexo entre las distintas
civilizaciones. La frase latina “Ex Oriente Lux” es
transposición dentro de los textos fundamentales del
cristianismo de una convicción propia de todas las
cosmogonías, según la cual los puntos cardinales llevan
una carga de sentido; así, Oriente “es” contemplación y
conocimiento, Occidente “es” acción y violencia
creadora, el Norte “es” el mando y la jerarquía, y el
sur “es” el corazón, la capacidad de apasionamiento.
[4] Antiguo jefe del parlamento israelí.
Traducción: María Poumier, revisada por
Horacio Garetto.