Israel Adán Shamir
El
liberalismo moderno es el paradigma ideológico dominante en
USA, y desempeña, asimismo, un papel determinante en
Europa, en la Rusia postsoviética y en otras partes. Es la
línea ideológica pregonada por el conglomerado mundial de
los medios masivos de comunicación, cuyos elementos se
declaran independientes pero sin dejar de transmitir un
mensaje idéntico, todo lo cuál constituye aquello que James
Petras ha llamado La Tiranía del liberalismo. [1] Hablar de
una “tiranía liberal” puede parecer paradójico e incluso
contradictorio, en la medida en que el liberalismo gusta de
representarse a sí mismo como el terreno neutral de la
libertad, y no como una ideología, y se declara árbitro en
el campo del pluralismo religioso y la libertad, más que
ideología anti religiosa. El liberalismo es la ideología que
niega ser ideología; pregúntale a un liberal, y te dirá que
él está en contra de la dominación de cualquier ideología y
cualquier religión.
En
nuestra tentativa para perforar esta fachada protectora,
aplicaremos algunas ideas del pensador alemán Carl Schmitt,
quien aprendió sobre el liberalismo al sufrirlo en carne
propia. Después de la rendición y conquista de Alemania en
1945, Carl Schmitt vivió por un tiempo tanto en las zonas de
ocupación soviética como en la USamericana, que luego se
convertirían en República Democrática de Alemania y la
República federal de Alemania. Sobre la base de su
experiencia comparativa en las dos ocupaciones , Carl
Schmitt advirtió que el liberalismo al estilo USA es una
ideología combativa bastante menos propensa a contemporizar
que el comunismo soviético. Los usamericanos exigieron que
Schmitt diera pruebas fehacientes de su fe en la democracia
liberal, mientras que los rusos jamás le pidieron que jurara
nada acerca del Manifiesto comunista. Su experiencia
personal llevó a Schmitt a concluir que el moderno
liberalismo americano no es un paradigma de vivir y dejar
vivir”, sino una ideología agresiva, y una ideología incluso
más peligrosa que el comunismo que él rechazaba con fervor.
Schmitt vio el equilibrio tradicional del poder amenazado
por el nuevo imperium global triunfante, por aire y
por mar, y basado en una ideología agresiva. Por este motivo
él se alegró de la guerra fría, porque pensaba que la Unión
soviética era la única fuerza capaz de contener la tendencia
ideológica americana.
En
estos últimos años, con la invasión anglosajona de
Afganistán e Irak, muchos más han venido a compartir la
conclusión de Schmitt de que el liberalismo es una ideología
global agresiva que pretende imponer por las armas ciertos
principios a escala mundial. Estos principios se pueden
describir en términos positivos o negativos: el comensal y
el ostión en su lecho helado comentarían de manera
divergente la llegada de la botella de Chablis y el limón.
Comer o ser comido: he ahí lo que cambia la perspectiva.
Echemos una ojeada al menú según estas dos perspectivas.
-
Derechos humanos / negación de los derechos colectivos
-
Derechos de las minorías / negación de los derechos de las
mayorías
-
Propiedad no gubernamental de los medios / derecho exclusivo
del capital a formatear la opinión pública
-
Derechos de las mujeres / disolución de la familia
-
Uniones homosexuales / negación de la santidad del
matrimonio
-Antirracismo / negación de la “necesidad de raíces” según
los términos de Simone Weil
- Cada
cual por su cuenta, en materia económica / abandono de la
ayuda mutua social (en términos teológicos agape y
caridad)
-
Separación de la Iglesia y el Estado / libertad para la
propaganda anticristiana y expulsión de la misión cristiana
fuera de la esfera pública.
-
Elecciones abiertas para el gobierno (“democracia”)
limitadas por la conformidad de los votantes con el
paradigma liberal / o rechazo de la auténtica
autodeterminación.
Carl
Schmitt postuló un aserto importante, según el cual cada
ideología es una doctrina cripto-religiosa, o, en sus
propias palabras, “todos los conceptos más decisivos de la
doctrina moderna son conceptos teológicos secularizados”.
Pasemos a comparar comunismo y liberalismo a la luz de este
axioma.
Aunque
se originó en Occidente, el comunismo primero dio frutos en
la sociedad moldeada por la iglesia ortodoxa rusa, y tenía
muchos rasgos que se podían esperar dentro del marco de una
ortodoxia secularizada [2]. Esto lo sintieron los poetas,
así Alexander Blok que cantó a Cristo rodeado por sus doce
guardias rojos, llevando adelante “la bandera color de
sangre, invulnerable a las balas, volando por encima del
viento helado, en una blanca corona de rosas” [3]. En los
últimos días de la Unión soviética, los rusos proclamaron el
principio cristiano: “el hombre es el amigo del hombre, un
camarada y un hermano para el hombre”[4]. Los comunistas
rusos despreciaron las comodidades materiales como sus
antecesores ortodoxos, poniendo su sobornost
(catolicidad, o estar juntos en la iglesia) y solidaridad
por encima de cualquier otra virtud. [5]
Solidaridad y catolicidad son rasgos que comparten esas
ideologías, que repugnan al liberalismo. La semana pasada
Yehuda Bauer, director del memorial Yad Vashem, máximo
sacerdote del “culto holocáustico”, dijo en una conferencia
organizada para contrarrestar la conferencia de Teherán :
“Hay
grandes diferencias entre el nacional socialismo, el
comunismo soviético y el Islam radical, pero también hay
algunos paralelos importantes. Los tres son o han sido
movimientos religiosos o casi religiosos. La fe
incondicional, casi religiosa, en la ideología nazi era
central para la existencia y las opciones políticas del
régimen, y fue la ideología nazi el factor central que
produjo el holocausto; el marxismo leninismo fue el dogma
cuasi religioso por el cual todos tenían que jurar, en el
imperio estalinista. Lo mismo vale para el Islam radical”
[6]
Esto
es verdad, sin duda, o, para decirlo a la luz de las
palabras de Carl Schmitt, es más bien obvio, pues si esto es
ideología, tiene alcance teológico. Observemos que Bauer no
mencionó una ideología importante, contemporánea de las
otras tres, y en guerra con ellas. Últimamente, unos
cincuenta años atrás, marxistas leninistas, nacional
socialistas y liberales aclararon sus divergencias en los
campos de batalla de Europa. ¿Por qué será que el liberal
Bauer no menciona el liberalismo?
Además
de demostrar cobardía, la omisión significativa de Bauer
conlleva un mensaje teológico importante: el de la
reivindicación de trascendencia por parte del liberalismo.
Un liberal coloca al liberalismo por encima de las
religiones “corrientes” y las ideologías; incluso en un
plano más elevado que cualquier construcción religiosa o
ideológica. Los adeptos de cualquier ideología que no sea el
liberalismo son “totalitarios” o “fanáticos”, a los ojos del
liberal. Esta actitud arrogante de los únicos dueños de la
verdad nos recuerda la narración judaica del antiguo
Testamento, donde se exalta a los devotos del dios Único,
situados en un nivel más alto que los “paganos”.
Teóricamente, esta actitud de superioridad la heredaron las
tres grandes religiones de nuestra oikouménè, tanto
la cristiandad de Occidente y Oriente, como el Islam; pero
no fue igual de internalizada por todos. Un cristiano
ortodoxo no se consideraba a sí mismo por encima de los
musulmanes y los católicos. Mientras tanto, el judaísmo
moderno (que diverge en gran medida del judaísmo bíblico en
otros aspectos) sigue manteniendo esta pretensión
insoportable a la superioridad.
La
reticencia de Bauer para nombrar el componente religioso
del liberalismo resulta una señal útil de algo que él
preferiría tapar. Pero aquí encaja el siguiente indicio: a
medida que Bauer sigue buscando paralelismos en los tres
movimientos señalados, encuentra éste :
“Los
tres apuntan a los judíos como su enemigo principal, o
inmediato: los nazis los masacraron, los soviéticos
planearon en 1932 deportar a todos los judíos soviéticos a
Liberia, con la intención obvia de que la mayoría pereciera
allá. El mensaje genocida del Islam radical con respecto a
los judíos está sonando muy alto y muy claro.”
Si
Bauer cree que su afirmación acerca de los nazis es también
aplicable a los soviéticos y los musulmanes, debería haber
estado encabezando la conferencia de Teherán como
“negacionista” en jefe. Y si él mismo no cree en lo que
afirma, es un mentiroso y un difamador. El cuento de los
“soviéticos planeando deportar a los judíos” es un invento
israelí tan falso como un billete de tres dólares, y ya ha
sido denunciado como tal. [7]. Si Stalin y Hitler hubiesen
leído la conferencia de Bauer en 1940, tal vez no habubieran
ido a la guerra. Pero lo importante para nosotros es que
Bauer está condenando cualquier movimiento moderno basado en
la solidaridad, la catolicidad y la comunidad en tanto “anti
judío”, mientras que el liberalismo le sabe tan judío como
el pescado gefilte.
¿Qué
es, pues, el liberalismo? Algunos estudiosos, siguiendo a
Max Weber, analizan el liberalismo como un protestantismo
secularizado. Otros prestan atención a su tendencia
antirreligiosa y hostil a la Iglesia, y ven el liberalismo
como un satanismo secularizado. El difunto Alexander Panarin
lo consideraba una forma de idolatría basada en el “mito
pagano a base de bienes descontextualizados, junto con sus
des-socializados consumidores”.
Armados con las tesis de Schmitt y el testimonio de Bauer,
concluiremos que la doctrina de “la democracia liberal y los
derechos humanos”, aquella que los marines
anglo-usamericanos llevan más allá del Tigris y el
Eufrates es una forma de judaísmo secularizado.
Si
tomamos en cuenta la predominancia de los judíos en los
medios masivos y especialmente entre los amos que poseen
esos medios, resulta simplemente natural que la ideología
promovida por ellos sea tan querida por un corazón judío.
Sus adeptos se mantienen fieles a actitudes judías clásicas;
y el “carácter único” de Israel es un capítulo de esta
escuela “no religiosa”, bien sea en forma de Holocausto
“único” o vínculo “único” con Palestina, o de amor “único”
a la libertad y la diversidad.
Por
cierto, mientras las mezquitas arden en Holanda y las
iglesias se derrumban en Israel, ello no despierta ninguna
emoción comparable a las que los judíos echan a andar
cuando aparece un graffiti en la pared de una sinagoga. Los
Estados Unidos clasifican a sus aliados según su actitud con
los judíos. El Templo del Holocausto [llamado “Museo”] está
edificado junto a la Casa Blanca. El apoyo al Estado judío
es obligatorio, sine qua non, para un político
Usamericano. Bauer describe el horror de una posible
victoria nazi con estas palabras: “No habría judíos,
porque todos habrían sido aniquilados. Con esto terminaría
la historia como tal”. En otras palabras, la historia,
en la óptica de Bauer, es cosa de judíos. Sin judíos no hay
historia. El resto de la humanidad es pura manada amorfa,
sin memoria ni futuro.
El
judaísmo secularizado no está en conflicto con el
judaísmo, que es la única religión protegida en el marco
del discurso liberal dominante. Cuando algunos rusos
intentaron aplicar la ley “contra la incitación al odio” a
habituales diatribas judaicas anticristianas, fueron
condenados no solamente por las instancias judías, sino por
la Casa blanca y la comunidad europea por igual. Esta
semana, un rabino Lubavich pidió que se sacaran los árboles
de Navidad del aeropuerto de Sattle mientras no se instalara
una menora gigante al lado. El aeropuerto quitó los
arbolitos, pidiendo disculpas por haber ignorado la
conclusión de “peritos en antropología cultural”. Las
escuelas de la ciudad de Nueva York no autorizarán la
mención de Navidad, pero celebran Hanukkah, el Ramadán y la
tontería de Kwanza porque todas estas fiestas son
multiculturales mientras que Navidad no lo es, en su
opinión. (Vdare.com es una buena referencia para la guerra
contra la navidad, que desmienten a gritos los medios.)
Cualquier referencia a Cristo es rechazada por la red que
defiende los derechos humanos, ADL, ACLU y otras fuerzas de
apoyo a lo políticamente correcto, que nunca se oponen a los
símbolos religiosos judíos.
Cuando
la ortodoxia secularizada, es decir el comunismo ruso,
conquistó tierras, los rusos compartieron su fe y sus
recursos con los conquistados. De hecho, la Rusia soviética
abasteció generosamente a sus “satélites”, gastó fortunas
para sostener a Cuba, a Alemania Oriental, Hungría, Polonia
y los Estados bálticos . Después de 1991, los Estados ex
soviéticos siguieron dueños de grandes complejos
industriales y energéticos, de los cuales carecían
totalmente antes de su integración al commonwealth
soviético. Una de las consignas de propaganda de mayor éxito
por el lado de los destructores liberales era: “basta ya de
dar de comer a los extranjeros”.
El
judaísmo secularizado conquista tierras para robarlas y
destruirlas. Durante cuarenta años de gobierno judío en
Palestina, las autoridades no edificaron ni una
construcción, pero sí derrumbaron miles de viviendas. Aun
cuando está bien secularizado, el Estado judío encarna el
miedo paranoico judío y la execración del extraño, mientras
que la política cabalística inspirada de la Cábala del
Pentágono es otra manifestación de este mismo miedo y
aborrecimiento a escala global. El Jihad judaico laico en
Irak convirtió a la fértil Mesopotamia en un yermo. Los
países que han sido totalmente subyugados por los liberales,
Haití o Malawi , son los más pobres de todos.
¡Basta
ya con las necedades! tal vez estés pensando. ¡Basura! El
judaísmo es una de las grandes religiones monoteístas; los
judaístas creen en el mismo dios que los cristianos y los
musulmanes. Ellos son nuestros camaradas en la lucha común
contra la subversión carente de espiritualidad. El judaísmo
no tiene nada en común con el culto anti espiritual,
materialista y anti religioso de la globalización, el
neoliberalismo, la alienación, el renegar de nuestras
raíces, la destrucción de la familia y la naturaleza. Todo
lo contrario, el judaísmo postula que el espíritu es lo
primero, que la familia es santa, que se debe preservar la
naturaleza: las comunidades judías son famosas por la
práctica de la solidaridad y la ayuda mutua, su sentido de
la tradición y la comunidad de la gente unida en Dios.
Esta
objeción tiene peso, y, en apariencia, echa por tierra
nuestra identificación del liberalismo como judaísmo
secularizado. Pero esto no va más allá de la apariencia,
pues se trata de una objeción basada en premisas
defectuosas. El judaísmo (como el dios romano Janus) tiene
dos caras; una cara para los judíos, la otra para los
goyim. Y ésta es la diferencia entre judaísmo por una
parte, y cristianismo, Islam o budismo, por otra parte.
Estas grandes creencias no le piden nada a los no adeptos,
salvo que se sumen a su unidad. Lo único que la iglesia le
pide a un no cristiano es que se vuelva cristiano. Pero el
judaísmo no quiere transformar a un goy en judío; eso
es algo casi imposible, casi prohibido, sin lugar a dudas
desaprobado. Y el judaísmo tiene exigencias precisas para
los no judíos que tienen la desgracia de caer bajo su
autoridad. No deberían imitar a los judíos, y por eso mismo
al goy se le prohíbe que tenga religión, él no deberá
celebrar sus propias fiestas religiosas, ni tampoco ayudar a
sus hermanos, debería ser un mero animal económico. El
judaísmo secularizado tiende a ser un judaísmo para goyim,
mientras el judaísmo para judíos sí que tiene su propio
núcleo sagrado.
Más
que nada, todas las ideas liberales que venimos describiendo
caben dentro del judaísmo para goyim.
El
rechazo a los derechos del grupo:
En el
judaísmo, los goyim no tienen derechos como grupo.
Los judíos están autorizados a participar en la sociedad
como grupo, mientras que los no judíos deberían moverse como
individuos, como si dijéramos: “ustedes tienen derechos
individuales, nosotros tenemos derechos comunitarios”. La
propiedad comunal de los goyim es considerada como vacante,
abandonada. En el Estado judío, los judíos se apoderan
libremente de las tierras que pertenecen a los palestinos en
tanto comunidad; sólo cabe la discusión en lo que se refiere
a la confiscación de tierras palestinas de propiedad
privada. En el judaísmo liberal secularizado, la solidaridad
entre trabajadores debería ser desmantelada, los sindicatos
quebrados, mientras que la solidaridad entre ricos sí está
permitida. La privatización es una negación de los derechos
colectivos: si un haber no le pertenece a una persona
privada y adinerada, se le puede echar mano.
Los
derechos de las minorías y la negación de los derechos de
las mayorías:
En el
judaísmo, una mayoría no judía no tiene derechos; en todo
caso, no tiene derechos sobre los judíos, y esto el
liberalismo lo hereda plenamente. En la Rusia de 1991-93, la
victoria del liberalismo sobre el comunismo se logró a
través de la des legitimización de la mayoría: al pueblo
ruso se le calificaba de “mayoría agresiva y obediente”, por
oposición a la minoría ilustrada de los oligarcas judíos. Un
discurso ilustrado en Occidente suele contener alguna
referencia oculta a John Stuart Mill, a Madison, a Alexis de
Tocqueville y al miedo a la tiranía de la mayoría.
La
propiedad privada de los medios (por oposición a la
propiedad estatal, pública), o derecho exclusivo de la gente
rica a formar la opinión pública:
Un
diario de propiedad pública suele verse contrapuesto a un
“medio libre”, como si un diario que le pertenece a un judío
rico fuera más libre que otro, perteneciente al Estado, a
una Iglesia o a un sindicato.
Los
derechos de las mujeres y los derechos de los homosexuales:
El
judaísmo no reconoce la familia goy. Esto lo hereda
plenamente el liberalismo: los liberales no creen en la
familia del hombre desfavorecido, y quieren desmantelarla.
El
antirracismo:
Para
un judío es un instrumento en su lucha natural contra la
población autóctona. Según el paradigma liberal, el
antirracismo permite la importación de fuerza de trabajo más
barata, con vistas a socavar los sindicatos y a operar a
escala mundial, dentro del marco de una carrera por los
salarios más rebajados.
El
judaísmo considera el bienestar social como un rasgo único
de la comunidad judía:
Pero
los goyim no están autorizados a tener prerrogativas tales
como agape para la ayuda mutua y la protección. Los
liberales deshacen activamente la protección social,
mientras no sirvan para financiar sus compañías y
multinacionales, o como política gubernamental para
fortalecer a los inmigrantes y las crecidas demográficas,
que sirve como medida adecuada para socavar comunidades
nacionales, y para racializar la política.
La
libertad para la propaganda anticristiana:
El
liberalismo no lucha contra el judaísmo, pero sí pelea
encarnizadamente contra el cristianismo. En la América
liberal, los jueces condenan a la Iglesia católica por lo
que enseña, eliminan los árboles de navidad y promueven una
nueva Biblia expurgada.
Democracia:
En el
paradigma liberal, si no estás de acuerdo con las ideas
liberales, tu voz no vale; se activa un mecanismo de defensa
contra la supuesta tiranía de la mayoría. Si estás de
acuerdo, no importa por quién vayas a votar, pues el
resultado será el mismo. Ellos llamaron “democracia” a
Israel, a pesar de que la mayoría de los goyim allí
no tienen derecho a votar, y los que pueden hacerlo son
alejados del poder mediante la invocación de una supuesta
“mayoría judía”. Las victorias democráticas de Hamás en
Palestina, y de Lukashenko en Bielorrusia fueron
consideradas ilegales; en Serbia, repitieron las elecciones
hasta conseguir el resultado al que aspiraban.
Así
llegamos a la conclusión de que el liberalismo americano
moderno es un judaísmo secularizado para gentiles, y no es
ninguna liberación de la presión religiosa, como pretende.
¿Por
qué será que USA y Gran Bretaña sucumbieron a tan extraña
ideología? Una respuesta probable a esto puede hallarse en
la historia británica. Según los estudios recientes del Dr.
Mark Thomas, de la UCLA, se puede afirmar que en los siglos
V a VII, las tribus sajonas precristianas conquistaron
Britania y establecieron una sociedad de apartheid con unos
10 000 invasores en medio de dos millones de indígenas. ¡Y
desplazaron a los autóctonos!
“Una
elite anglosajona, pequeña al principio, e invasora, pudo
implantarse rápidamente, al tener más hijos que llegaron a
la edad adulta, gracias a su poder militar y a las ventajas
económicas relacionadas. También impidieron que los genes de
los bretones autóctonos se mezclaran a la población
anglosajona mediante la restricción de los matrimonios
mixtos, según un sistema de apartheid que dejó al
país germanizado, tanto cultural como genéticamente. Como
resultado, Gran Bretaña tiene una población de origen
ampliamente germánico en lo genético, que habla un idioma
principalemente germánico”, escribe Mark Thomas. [8]
Así,
una parte de la población británica tiene la memoria
genética injertada de una estrategia evolucionista exitosa
conectada con el apartheid y la aplicación de principios
“judaicos”. Los judíos no tienen el copyright de la maldad;
y los bizarros ingleses que se identifican con el mito de
las Tribus perdidas tienen más relación con los sajones que
con los israelíes. Mientras Gran Bretaña se mantuvo católica
y cristiana, esta tendencia fue mantenida a raya, pero
después vino la Reforma, con su importación masiva de ideas
judaicas del Antiguo Testamento, seguida por la importación
de su lectura talmúdica a partir de Holanda, durante la
revolución de los Orange. Se aflojó la mordaza religiosa
católico, las alambradas devoraron a la Inglaterra
tradicional. En esta gran oleada de privatización, los
dueños de la tierra dividieron, privatizaron y echaron fuera
de las alambradas a las capas autóctonas desfavorecidas, de
los “goyim” del Nuevo Orden. Aplicaron su estrategia en
Irlanda y País de Galles, y después en América del Norte y
en Australia, causando la extinción de millones de nativos.
Muchos ingleses, americanos y australianos conservan la
memoria de la exitosa estrategia; esto los lleva a
recomendar las políticas filojudaicas y medidas que son casi
judaicas.
Por
cierto, la colonización y la formación de una casta
dirigente militar no sucedieron solamente en Gran Bretana.
Está la conquista aria, en la tradición hindú, o el reinado
de los francos en Francia. Los franceses resolvieron el
problema con la navaja nacional del Dr. Guillotin, durante
el Terror de 1793, donde la idea de una aristocracia de
sangre azul fue ampliamente denunciada por los
revolucionarios de clase media. Hoy en día todavía, los
nobles polacos pretenden ser descendientes de los Sarmats no
eslavos, a diferencia de los polacos comunes, que sí son
eslavos. Esta reivindicación “Sarmat” de la nobleza polaca
(que conlleva el desprecio por los polacos del montón, como
si fueran extranjeros) fue una razón importante para que
Polonia tolerase y alimentase a la mayor comunidad judía que
jamás existió sobre la tierra.
Dondequiera que prevalece, la doctrina liberal del judaísmo
secularizado crea enormes abismos entre castas superiores y
castas más bajas. Así en USA, 60 millones de americanos vive
con siete dólares por día o menos, mientras que unos pocos
tienen miles de millones que no tienen en qué gastar. [9]
Esto representa una estrategia evolutiva muy exitosa para
la minoría que dirige. Es tan exitosa, incluso, que la
mayoría bajo su gobierno tal vez tenga que aplicar drásticas
medidas para moderar su éxito.
Pero
no se debe desear su completa extinción: el liberalismo
puede ser útil en cualquier sociedad solidaria, una vez que
se reduzca su escala, se le cure de sus pretensiones
exclusivistas, y se le ofrezca el pequeño nicho que le
corresponde; actuará a la manera de un sistema de
ventilación en una habitación calurosa. Pero no deberíamos
permitir que nos congele…
Translation: Maria Poumier
[1]
http://www.rebelion.org/petras/english/cultural_imperialism.htm
[2]
http://www.israelshamir.net/English/Red_Easter.htm
[3]
http://www.poemhunter.com/aleksandr-aleksandrovich-blok/poet-35200/
[4]
http://www.time.com/time/magazine/article/0,9171,895551-3,00.html
[5]
http://www.orthodoxresearchinstitute.org/articles/dogmatics/savich_catholicity.htm
[6]
mms://207.232.26.152/events/bauer.wma
[7]
http://www.lechaim.ru/ARHIV/125/kost.htm
[8]
http://news.bbc.co.uk/1/hi/sci/tech/5192634.stm
[9]
http://www.wsws.org/articles/2006/dec2006/ineq-d12.shtml