Invasión
La Guerra de Pascua de Sharon es el fin de un
capítulo, no de la historia.
Esta semana conocimos toda la medida de la
desesperación y de la humillación. Nuestras protestas y
peticiones, correos electrónicos y manifestaciones resultaron
tan poderosos contra los tanques como si fueran amuletos o
maldiciones. Los amigos de la igualdad en Palestina,
políticamente correctos, ofensivos, humorísticos, o vulgares,
fueron derrotados. El Presidente de EE.UU. aclamó “el derecho a
la autodefensa de Israel”; la BBC y CNN encontraron una fórmula:
“en respuesta a”; y las tropas de Sharon invadieron las ciudades
palestinas. Eliminaron efectivamente la autonomía palestina y
realizaron intensivos allanamientos, masivos arrestos, y
ejecuciones a sangre fría. En Belén, una protesta pacífica de
no-violentos manifestantes europeos fue atacada con
ametralladoras por los invasores. Los vecinos de diferentes
localidades hablan de docenas de palestinos asesinados, matados
a quemarropa. Israel y EE.UU., dirigidos hace tiempo por el
mismo equipo, bloquean a la ONU y a las organizaciones
internacionales, mientras preparan la segunda parte de su
operación, la invasión de Gaza.
Es un momento difícil, pero no tan sombrío como
quisieran hacernos creer nuestros enemigos. Los medios
occidentales sobornados informaron de “combates entre palestinos
e israelíes”; pero, en realidad, los soldados israelíes
encontraron poca resistencia. ¿Por qué los proverbialmente
valerosos combatientes palestinos no combatieron contra los
invasores judíos?
Una respuesta es obvia, y fue presentada por el
periodista y activista por la paz israelí, Uri Avnery. La
disparidad de fuerzas es demasiado grande como para que los mal
equipados palestinos confrontaran al tercer ejército más
poderoso del mundo, respaldado por su dócil gigante, EE.UU. Pero
hay otra razón que Avnery no mencionó: la Autoridad Nacional
Palestina (ANP) no se ha convertido en un símbolo nacional por
el que los palestinos estén dispuestos a morir. La vida bajo la
ANP siguió siendo la vida bajo el régimen judío.
No es el momento adecuado para discutir los
defectos de la ANP, bien descritos por Robert Fisk y muchos
otros. Citaré sólo a Muna Hamzeh del campo de refugiados
Deheishe, que escribió: “Desde que Arafat y su autoridad tomaron
el control de la Zona A en Belén en diciembre de 1995,
utilizaron los “fondos” para Belén para lo siguiente: construir
una nueva estación de policía con una nueva cárcel; nuevos
cuarteles para sus fuerzas de Seguridad Preventiva; nuevos
cuarteles para la inteligencia, una nueva sede presidencial para
Arafat y sus visitantes VIP; y una plataforma personal para
helicópteros construida en Jabal Antón, un pequeño monte que
domina Dheisheh y la única extensión natural del campo, donde
Arafat hubiera hecho mejor construyendo un campo de juegos para
los niños del campo de refugiados. Es lo que Arafat construyó en
Belén. (“El Holocausto revisitado”, 12 de marzo de 2002).
Muna Hamzeh exageró: Belén fue remozada, sus
calles fueron pavimentadas, Manger square fue restaurada, se
abrieron nuevos hoteles y la calidad de la vida mejoró durante
los años de control administrativo de la ANP. Pero ella expresó
los sentimientos de muchos de sus compatriotas, desde el
profesor Said a los refugiados en Deheishe, profundamente
insatisfechos con la ANP. Si trataban de cumplir con el que era
en definitiva el gobernante, Israel, o con la población
asfixiada, no eran populares. La ANP fue establecida por los
israelíes para controlar a la población palestina. No fue
establecida para mejorar la vida de los palestinos. Dudo que
hubiera podido hacer mucho más.
En el holocausto palestino que está ocurriendo,
la ANP fue obligada a jugar el rol moralmente ambiguo, mejor
dicho imposible, del Judenrat, la Autoridad Judía
establecida por los alemanes en el gueto y los campos de la
Europa ocupada. Los alemanes tenían tan pocos deseos como los
israelíes de controlar y administrar a sus víctimas extranjeras.
Prefirieron darles una autonomía limitada en los asuntos
internos. Algunos nazis inteligentes estaban dispuestos a
establecer un estado judío separado dentro del marco del Tercer
Reich, algo por el estilo de la visión de Sharon de un estado
palestino. Realmente lo hicieron alrededor de Lublin, un área de
Polonia con una gran población judía. Tuvo varios nombres:
Lublinlandia, Judeolandia, Reserva Judía, y Área Autónoma
Judía.
Después de la guerra hubo muchos libros y piezas
de teatro sobre las actividades de esa Autoridad Judía. Los
judíos se sentían mal bajo su propio Judenrat, lo
consideraban “corrupto,” “atento a las exigencias del enemigo,”
y otros argumentos que hoy nos suenan tan familiares. Pero el
Judenrat no podía lograr más de lo que hizo. Ni lo pudo la
ANP. A los palestinos no se les dio respiro alguno, fueron y
siguieron siendo dominados por el estado de apartheid judío, con
o sin la ANP.
La invasión de Sharon enterró para siempre la
idea descabellada de la autonomía palestina (‘independencia’)
sobre un pequeño trozo de Palestina. Fue básicamente la idea
nazi de Lublinlandia transferida a Ramala por la seudo-izquierda
judía. La idea de la democracia en toda Palestina, la
liquidación del apartheid, volvió a estar en primera línea. No
hay que recordar con nostalgia los días de la ANP; hay que mirar
con esperanza hacia la Palestina libre y democrática de mañana,
desde el Río hasta el Mar.
II
Muna Hamzeh llamó su ensayo “El Holocausto
revisitado”. La imagen del holocausto ha sido evocada por José
Saramago, el escritor portugués galardonado con el Premio Nobel,
que comparó Ramala sitiada con el Gueto de Varsovia. Saramago,
que recién ayer había sido glorificado por la prensa judía por
su trato poco ortodoxo de Jesús, se convirtió en el objeto de
masivos ataques. Entre los atacantes, estaban las principales
luminarias de la seudo-izquierda judía israelí, Ari Shavit y Tom
Segev.
Tom Segev movilizó su pluma al servicio del
estado judío. “Saramago declaró que las acciones de Israel en
los territorios son comparables con los crímenes que fueron
perpetrados en Auschwitz y Buchenwald. Suena más bien como algo
que pueda haber leído en los muros de un servicio público que
algo que haya escrito en sus libros. Lo que dijo daña la causa
que supuestamente quiere servir, así que él también salió del
episodio como estúpido.”
De alguna manera me cansé de escuchar esta
cantinela bienintencionada, dañina a la causa, de los consejeros
“de izquierda” judíos a los palestinos, de Tom Friedman o Tom
Segev. No creo que quieran que esta causa tenga éxito. Y ahora,
la diferencia práctica entre la ‘izquierda blanda’ y la ‘derecha
dura’ se ha convertido en algo cosmético. Las siguientes líneas
fueron escritas por un ‘izquierdista,’ Ari Shavit, pero podrían
haber sido escritas por la ‘derechista extrema,’ Bárbara Amiel,
la mujer de Conrad Black y amiga de Sharon y Pinochet: “Las
cosas que dijo José Saramago el lunes en Ramala no constituyeron
una crítica clara de la ocupación. Fueron una terrible
incitación contra los judíos. No fueron sólo estúpidas, sino que
una declaración de hechos históricos sin base alguna. Fueron una
forma de derramamiento de sangre. Porque si Ramala es Auschwitz
–y ésa es el parangón que hizo Saramago– entonces Israel es el
Tercer Reich. Merece la extinción. Tal vez no haya que matar a
todos sus ciudadanos, pero hay que aplastar sus instituciones
soberanas. Y si Ramala es Auschwitz, entonces Tel Aviv es
Dresden. Quemarla no sería un crimen de guerra.”
El profesor Alan Stoleroff le dio una buena
respuesta: “una vez más hay un intento de un israelí de
izquierda de confrontar la dura realidad de los actuales
crímenes contra la humanidad y los crímenes de guerra cometidos
por la ocupación israelí. ¿Si las palabras de Saramago, o mis
propias palabras judías, hubieran comparado el sitio y los
bloqueos con el Gueto de Varsovia, reaccionaría usted de la
misma manera? ¿No fue en los periódicos israelíes donde apareció
que un general israelí había exhortado a que se estudiaran las
tácticas nazis en Varsovia para aplastar la Intifada? ¿No fueron
los soldados israelíes los que imprimieron números en serie
sobre los palestinos detenidos? ¿No responde positivamente un
40% de los israelíes a las preguntas de encuestas cuando se les
pregunta si están a favor de que transfiera a los árabes? Y los
bombardeos de superficie de Dresden FUERON un crimen de
guerra.”
Si Shavit insiste, estoy dispuesto a
complacerlo: Israel, este estado de apartheid judío, merece
desaparecer. Sus instituciones soberanas debieran por cierto ser
desmanteladas. Y sus partidarios, en todas partes, se convierten
en participantes en crímenes de guerra, y en combatientes, por
su cuenta y riesgo. No pueden pretender ser neutrales. El abismo
no es étnico o religioso, como lo demostró Jerry Levin, de
Alabama.
Jerry Levin, Jefe de la Oficina de CNN en
Beirut, que fue rehén de Hezbolá en 1984-1985 –y que en estos
días trabaja con CPT (los Equipos Cristianos por la Paz) para
proteger a niños, mujeres, y hombres palestinos de la ira y la
violencia de los colonos. Me recuerda a “Adam Shapiro, que es
judío, miembro del Movimiento Internacional de Solidaridad, y
trabaja en Ramala”. Habría que agregar a la maravillosa Jennifer
Loewenstein, cuyo informe desde Gaza acaba de ser presentado en
los canales palestinos, y a otros amigos de la igualdad en otros
sitios. Esa gente, de diferentes opiniones, junto con sus amigos
hacen frente al bloque “izquierda-derecha” de supremacistas
judíos.
3 de abril de 2002
Traducido para Rebelión por Germán Leyens
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