Sultán y Shaitán
(septiembre 2001)
El Sultán
es bueno, pero sus visires son malvados, –este pensamiento ha
reconfortado a muchos individuos infelices a través de la
historia humana. Infelices como estamos, nos reconfortamos con
vanas esperanzas de una intervención positiva de EE.UU. en
Palestina, imponiendo el mito de EE.UU. como un gobernante
severo pero honrado. Y al convertirse el Día Deir Yassin en un
Deir Yassin por Día, las esperanzas no disminuyeron. “Una
verdadera prueba para la presidencia de Bush,” escribió Robert
Fisk en el Independent. “No hay tiempo que perder,” lo
secundó Helena Cobban en el Christian Science Monitor.
Pero la visita del Secretario de Estado de EE.UU. no dio ningún
respiro a los palestinos, ni siquiera trajo un período de calma
en la ofensiva israelí.
El
brillante Norman Finkelstein nos lo recordó: “El problema con la
administración Bush, se nos dice repetidamente, es que se ha
involucrado insuficientemente en el Oriente Próximo, un vacío
diplomático que se supone va a ser obviado por la misión de
Colin Powell. ¿Pero quién le dio la luz verde a Israel para que
cometiera las matanzas? ¿Quién suministró los F-16 y los
helicópteros Apache a Israel? ¿Quién vetó las resoluciones del
Consejo de Seguridad que llamaban a que monitores
internacionales supervisaran la reducción de la violencia? ¿Y
quién acaba de bloquear la proposición de la principal
funcionaria de las Naciones Unidas de los derechos humanos, Mary
Robinson, de que simplemente se enviara un equipo de
investigación a los territorios palestinos? Consideren este
guión. A y B están acusados de asesinato. La evidencia demuestra
que A suministró a B las armas para cometer el crimen. A le dio
a B la señal de “no hay moros en la costa”, y A impidió que los
espectadores respondieran a los gritos de las víctimas. ¿Sería
el veredicto que A no estaba suficientemente implicado o que A
era igual de culpable de asesinato que B?
Tiene
razón. Es hora de dejarse de soñar despiertos con el buen
sultán. Si un bloque mental le impide dudar de sus buenas
intenciones, puede pensar que es un cautivo de malvados eunucos,
como lo fueron tantos gobernantes. De los lamentos y la pena,
debiéramos pasar a la acción. Después de todo, en las políticas
de EE.UU. en el Oriente Medio no se trata del clima, sobre el
que todos se quejan, pero nadie hace nada. Pero, ¿podemos hacer
algo, si las manifestaciones y protestas no sirven para nada?
La
respuesta es sí, y no es una Yihád, ni una Cruzada. Robert
Jensen
de la Universidad de Texas escribió, “Hoy
ayudé a asesinar a un palestino. Si pagas impuestos al gobierno
de EE.UU., también lo hiciste”. Quería decir que el dinero de
los contribuyentes de EE.UU. sirve para rearmar a Israel y matar
palestinos. Que se consuele Jensen. El contribuyente de EE.UU.
es inocente. La realidad es peor: la matanza la pagamos
nosotros, los cinco mil millones del mundo que vivimos fuera de
EE.UU.
Cada día
trasferimos cinco mil millones de dólares a EE.UU., para que ese
gran país siga dirigiendo con el estilo al que nos ha
acostumbrado, y también matando tantos palestinos como les dé la
gana. Un dólar por día, de cada uno de nosotros, europeos y
africanos, chinos y japoneses, rusos y árabes. Esas alucinantes
cifras fueron publicadas por el semanario británico, The
Economist. Lo hacemos, ya que desde 1972, EE.UU. se tomó el
derecho de imprimir todos los dólares que quiera, mientras
nosotros aceptábamos la ficción que el papel verde, un pedacito
de papel, es el equivalente de nuestro trabajo y de los bienes
materiales.
En
realidad, el dólar de EE.UU. no tiene respaldo. Es un cheque
escrito por un gandul en bancarrota, que sirve para enmarcarlo y
colgarlo en la pared. Siempre que impriman todos los dólares que
necesitan, no es sorprendente que haya una súper potencia y que
todo el resto esté endeudado. No es un secreto: el valeroso
Fidel Castro lo dice en todas las conferencias, asegurándose así
la interminable hostilidad de EE.UU.
Los magos
financieros de EE.UU., Greenspan et al, nos hacen un timo bien
conocido, llamado una ‘pirámide’. Semejantes estafas eran
realizadas por timadores profesionales en numerosos países, en
Albania y en Rusia. Generalmente terminan en un crash
catastrófico. El timo judeo-estadounidense difiere en el tamaño.
Es global. De otra manera, es la misma pirámide. El 90 por
ciento de todas las transacciones financieras son transacciones
especulativas, escribe Noam Chomsky. La pirámide es apoyada por
un masivo lavado de cerebro propagandístico para alentar el
consumo y la expansión. La gente de a pie de EE.UU. y de sus
aliados no se divierte con el asunto: en Inglaterra, la pobreza
infantil se triplicó con la llegada al poder de Margaret
Thatcher. En EE.UU. hay millones de niños sin hogar. Los
estadounidenses, alemanes, británicos, están profundamente
endeudados, tal como los países del Tercer Mundo.
El dólar
de EE.UU. logró reemplazar el oro, porque ofrecía una atractiva
tasa de interés fijo. La tasa de interés se ha convertido en una
dulce trampa para la humanidad; ha causado el lastre de la
deuda, ha empobrecido a los estados y a las personas, creado la
horrible aberración de la globalización. No es por nada, que Sam
Bronfman, el contrabandista, fundador de la poderosa dinastía
Bronfman y padre del presidente del Consejo Mundial Judío,
cuando le preguntaron cuál era la más importante invención
humana, replicó sin dudar: “la tasa de interés’.
Fue la
segunda caída de Adán. Adán fue tentado por la manzana; a
nosotros nos tentó el interés fijo del dólar, el equivalente
moderno de la usura a la antigua. En los viejos tiempos, la
Iglesia ‘antisemita’ condenaba la usura como una ocupación
exclusivamente judía, pero ahora es libre para todos. Todos son
socios, en las palabras del personaje de Heller en Catch-22,
Milo Minderbinder. Sí, hay una trampa [catch en inglés],
Catch-22. Usted no puede irse a gozar de sus beneficios.
Tiene que seguir en el juego.
El dólar
de EE.UU. ya no es ‘dinero’; es una licencia, como una licencia
de Microsoft, o una patente de una compañía farmacéutica. Cuando
los gobernantes de EE.UU. lo decidan, pueden congelar los
activos de un país rebelde. A Irán le congelaron sus activos, a
Libia, a Irak; seguramente los sauditas sufrirán la misma suerte
en el instante mismo en que objeten a las políticas de EE.UU. Es
una buena adivinanza para Bilbo Baggins: ¿Qué está sobrevaluado,
es inseguro, verde y muy deseado por los imbéciles?
II
En los
últimos días de la guerra en Asia del Sudeste, viajé en un lento
junco por el río Mekong, en compañía de otros periodistas,
aventureros, campesinos locales, cerdos y pollos. El bote fue
frecuentemente detenido, registrado y obligado a pagar impuestos
por las partes en conflicto, pero hizo un lento progreso desde
la antigua capital real de Luang Prabang hacia Vientiane. En una
aldea adormecida de veinte chozas y tres elefantes, donde
pasamos la noche, entré a una tienda china. Tenía por delante a
un oscuro y adusto guerrillero del Pathet Lao con sandalias Ho
Chi Minh de goma de neumáticos, y un rifle de asalto AK colgado
en su espalda; terminó de hacer sus compras y pagó con una
moneda extraña. Reconocí su pintoresco diseño: era la moneda del
Pathet Lao. Cuando salió el soldado, saqué unos pocos billetes
Pathet Lao que me habían dado de cambio en el bote y pedí al
comerciante un paquete de cigarrillos. El chino ni se movió.
“Pero usted aceptó este dinero,” protesté. Me replicó con sabias
palabras dignas de Lao-Tsé, “Sólo de gente con fusil”.
El dólar
de EE.UU. sigue siendo aceptado por la comunidad global por
temor, y es el motivo por el cual el presupuesto militar de
EE.UU. crece todos los años. Es el motivo por el cual el reino
eremita de Corea del Norte, Irán, e Irak se convirtieron en el
Eje del Mal: no aceptan dólares. Pero el temor es un mal
consejero. El colapso de la pirámide es inminente. La fusión
comenzó en agosto de 2001, como había informado el Economist
a sus lectores el 25 de agosto de 2001, y, si no hubiera sido
por la oportuna intervención de personas desconocidas el 11 de
septiembre de 2001, el dólar de EE.UU. no serviría hoy para otra
cosa que para coleccionarlo. Pero la III Guerra Mundial sólo
puede contribuir a retardar la terminación del proceso.
La simple
prudencia y el inteligente interés propio llevaron a los
gobernantes sabios a salirse de la esfera del dólar. Los países
europeos lanzaron el euro, el yen japonés subió fuertemente.
Pero su intento de sustituir papel por papel mientras mantenían
las tasas de interés falla por la base. En una revolucionaria
proposición, el Dr. Mahathir, Primer Ministro de la próspera
Malasia, propone que se vuelva al oro y a la plata, más
específicamente al Dinar ‘islámico’ como una divisa de reserva
para el mundo con una tasa de interés de cero. Su gran idea de
deshacer el doble agarre del dólar y de los préstamos merece ser
comparada con la reforma de Solón, el legendario Sabio de
Atenas, que anuló las deudas, derrotó a la Oligarquía, devolvió
la tierra y la libertad al pueblo. Si fuera implementada,
terminaría con el sufrimiento de los palestinos y con los
sufrimientos del Tercer Mundo en general. El dólar de EE.UU. se
desplomaría tan rápido como en 1929, y con él, el apoyo de
EE.UU. a Israel y vuestras deudas.
No
debiera ser considerado un ataque contra EE.UU. Los
estadounidenses corrientes recuperarían sus casas de las garras
de los bancos, ya que las hipotecas desaparecerían. El peso de
las deudas desaparecía de las espaldas de la gente. Es cierto,
George Soros y Mark Rich tendrían que depender de la asistencia
social, junto con muchos otros ardientes partidarios de Israel.
Pero eso no sería una desgracia: estarían demasiado ocupados
ganándose la vida como para causar más estragos.
Es la
respuesta a la pregunta de cómo podemos ayudar a los palestinos.
Pidan a los dirigentes de sus países que emprendan el paso
correcto y prudente de sacar sus fondos y capitales de los
bancos de EE.UU. y del dólar. Sería más eficiente que la Yihád y
que la Cruzada, más humano y definitivo que los bombazos
suicidas.
Me gustó
la idea del Dr. Mahathir. El Dinar de oro nos llevaría a un
nuevo mundo, el mundo del interés cero, el mundo sin usura, que
llevaría a reconciliar a la sociedad. A Marx le encantaría la
ironía de la historia, que el ataque judío contra Palestina
puede ser detenido sólo rechazando la participación en la usura
valuada en dólares.
III
No es
posible eliminar las consideraciones religiosas de nuestras
decisiones prácticas. El Dinar ‘islámico’ completaría el sistema
bancario relacionado con el rendimiento. Es llamado actualmente
‘banca islámica,’ pero fue practicado por la muy católica
Venecia durante siglos antes del advenimiento de la usura. En
ese punto, como en muchos otros, Dar al-Islam y el Cristianismo
no difieren. La Iglesia prohibió el interés fijo, hasta que la
locura profética de Juan Calvino, y el gran reformador
religioso, el Profeta Mahoma, reforzaron la prohibición
.
La Ley
Judía prohibió a los judíos el cobro de intereses a sus
“hermanos” (otros judíos), pero requirió que se cobrara a otros
‘extraños’ (no judíos). San Ambrosio comprendió las
implicaciones de este enfoque, cuando escribió: “Pide usura, a
aquel que quieras dañar. A él exígele usura, a aquel a quien no
sería un crimen matar. Donde hay un derecho a la guerra, hay
también un derecho a la usura”
. Por eso, la paz vendrá a Palestina cuando
los judíos acepten la máxima de Santo Tomás de Aquino, “no hay
extraños,” y consideren a los palestinos como a queridos
hermanos. O, en las palabras de Oseas: Decid a vuestros
hermanos: Ammi (Pueblo mío); y a vuestras hermanas: Ruhama
(Compadecida)
Traducido para Rebelión por
Germán Leyens
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