Diferencia e indiferencia
Dios y el derecho a ser diferente
Palabras para la conferencia de Kaslik, por Israel Shamir,
noviembre de 2005
El derecho a ser diferente, que es tema de esta conferencia,
muchos lo entienden como indiferencia hacia la diferencia.
Nuestra civilización proclama su indiferencia; con el nombre de
“lo políticamente correcto”, es lo que alcanza la categoría de
paradigma ilustrado. Se supone que debamos ser indiferentes a la
raza, al sexo, a las capacidades físicas, y primero que nada, a
la fe de los demás. Antes se consideraba la religión como el
rasgo distintivo más importante del ser humano, y ahora se
encuentra relegada al rango de asunto privado, como la elcción
de tal o cual corbata. Se suponía que este cambio nos
precipitaría en un mundo sin guerras, pus se consideraba la
religión como un motivo serio para entrar en confrontaciones.
Pero siguen dándose las guerras entre nosotros, por muy
marginalizada que esté la religión. Los líderes antirreligiosos
de la segunda guerra mundial mataron a más gente que todas las
guerras religiosas juntas de las Cruzadas en adelante.
En el imperio bizantino las grandes confrontaciones tuvieron su
origen en la divergencia de puntos de vista sobre la naturaleza
de la Trinidad o la Energía divina, como por ejemplo en la
crisis causada por san Gregorio Palamas. En Occidente, la
confrontación entre la iglesia dominante y los movimientos
disidentes albigenses, luterianos, calvinistas causaron
grandes levantamientos. Aunque uno lamente que estos debates se
resolviesen por vía militar o administrativa, uno no puede dejar
de envidiar semejante sociedad capaz de preocuparse tanto por
los caminos humanos para llegar a Dios.
La indiferencia religiosa es un enemigo mayor que la batalla
contra la diferencia. Si luchamos por nuestras diferencias y
semejante combate no debe llevar al derramar la sangre es que
seguimos reconociendo la importancia de la fe; reconocemos
nuestra unidad como comunidad humana bajo la mirada de Dios.
Cuando abrazamos la indeferencia, nos estamos deslizando hacia
la desintegración, bajo el lema de “cada cual por su cuenta”.
Más aún, la indiferencia religiosa ha fracasado en cuanto
instrumento para limitar las guerras, pues ha facilitado la
aparición de guerras por el puro control de los recursos, por la
dominación, por los privilegios comerciales. Pero el fallo más
profundo ha sido la promoción del materialismo craso. Cuenta un
chiste judío el caso de un hombre que se encuentra con la esposa
de un conocido al que no había visto desde hacía mucho. ¿Y cómo
le va a él? Preguntó; y contesta ella : Pues niftar, lo que
significa “que en paz descanse” en hebreo culto. El tipo no
quiso demostrar que no entendía la palabra, y replicó riéndose :
“Vaya, niftar, shmiftar, ¿a quién le importa? Pero haciendo
dinero, verdad?” Esto es lo que tiene lugar en nuestro mundo :
estamos muertos, pero seguimos haciendo dinero; y hay gente que
trata de convencernos de que esto es lo único que importa.
Pero ahí no termina nuestro fallo. Un mundo sin Dios es
imposible, lo mismo que un avión sin piloto, motor o
combustible. Al sacar a Dios del medio, para abandonarlo en el
campo de las diferencias sin importancia ni relevancia, hemos
entronizado a Mammón, al contrincante. Los sacerdotes de Mammón
tratan de convencernos de que el reino de su dios es más
benévolo que el de Dios, pero somos testigos a diario de lo
contrario. Mammón es un aspecto de la carrera por la dominación,
y está arrasando nuestra tierra material tanto como ha devastado
nuestro mundo espiritual.
Por esto es que no estoy seguro de que debamos promover el
derecho a la diferencia, mientras no promovamos una discusión
libre sobre las diferencias. Podrámos y deberíamos abrir el gran
debate que puntualice la diferencia entre los que creen en Dios
y los que eligen a Mammón.
Aquí convendría subrayar una posición especial de nuestros
hermanos judíos. En tanto comunidad religiosa altamente
organizada a escala mundial, al estilo de una iglesia, tienen
una posición muy opuesta a la ortodoxia en cuanto a Dios y
Mammón. Mientras están divididos sobre la cuestión de lo que es
Dios para ellos, pues algunos creen y otros no, las dos
fracciones se unen contra Dios en lo que respeta a los demás.
Aquellos que no creen están en una actitud coherente. Pero es
que incluso los creyentes, por razones teológicas complicadas,
dudan, o niegan francamente, que los extraños puedan tener
acceso a Dios. “Lo mismo hacemos nosotros”, dirán muchos entre
vosotros. Pero para vosotros, cualquier extraño se puede volver
uno de vosotros, y esto es lo que deseáis. En las Mil y Una
Noches, cada vez que un buen musulmán le gana a un judío con un
argumento, le convierte al islam. En occidente, Antonio bautiza
al Mercader de Venecia, el mismo que intentara matarlo a él.
Incluso en los días de alta intolerancia religiosa, se hacían
muchos cuentos de mujeres que se convertían, bien al
crisitanismo o bien al islam, mientras que en los relatos judíos
de la misma época, un hombre cabal prefería morir que no
convivir con una mujer “de fuera”.
La actitud de los judíos no tuvo la menor importancia durante
siglos, pero ahora, con el ascenso espectacular a posiciones
eminentes, esta actitud le da un respaldo ideológico enorme a
Mammón. Por esto es que, aun reconociendo el derecho legal a ser
diferentes, deberíamos fortalecer este reconocimiento con una
fuerte disputa, subrayando la diferencia en vez de borrarla o
disimularla.
|